Por Sergio Caracciolo
El Banfileño marzo 2014
Una pregunta queda flotando en el final del final, cuando la
oscuridad gana el espacio y el mar es mucho más que un sonido que llega pero no
alcanza. ¿Qué haremos con nuestros viejos?
Mercurio, como hace habitualmente, no da treguas, te agarra
ni bien entrás, en el clima del teatro, en el aire de su obra, en la belleza que
sabe imponer a
cada uno de sus personajes,
sencillos, humildes, temperamentales, los de goma espuma, como Juanito, a quien
tardó diez años en terminar de crear, o los de carne, como Juárez, a quien le
puso el lomo y el alma con la misma precisión con la que engendra a los
muñecos, y una vez que te reíste, porque la clave es esa y vos te vas a reír,
estás atrapado, Mercurio logró tomarte y ya no te va a soltar, hasta el final,
el final más allá del final, hasta que te vayas como un huérfano a la intimidad
de tu casa, para seguir escuchando el mar, pensando y preguntando. ¿Qué vamos a
hacer con nuestros viejos?
“Viejos de mi” cierra una trilogía, en ella el titiritero de
Banfield, que dejó de ser solamente de Banfield hace rato y en diciembre
estrenó su obra en El Salvador, fue hurgando detrás de cada uno de los huesos
de nuestros viejos, levantando sus pieles, oliendo sus sangres, bebiendo sus
lágrimas, y viene a mostrarnos, como un arqueólogo, que hay de esencia, que hay
de historia, que hay de necesidad en esos viejos que no pierden la esperanza ni
las convicciones; poniéndolos en el lugar que la sociedad se empecina en
negarles, vindicándolos, venerándolos, valorizándolos, y poniéndonos en el
lugar al que no deberíamos renunciar, el de preguntarnos ¿Qué hacemos con
nuestros viejos?
La obra, en la que Mercurio pone en juego, además de su don
de titiritero, sus dotes de artista, de actor, de soñador comprometido con los
sentimientos más hondos del ser humano, es un desgarro, donde el desamparo de
Juanito va pasando a una platea que, con la ayuda de Juárez, descubrirá lo que
tal vez haya olvidado: que más allá de los lazos de sangre, lo único que puede
salvarnos, y acompañarnos hasta el final, es el amor, o la amistad, que para el
caso viene a ser lo mismo.
“Viejos…” no permite la indiferencia, te hará sentir que la
mano del titiritero ingresa a tu cuerpo, toma tu corazón y, apretándolo, cada
vez un poco más fuerte, cada vez un poco más ligero, marca el compás del
músculo vital, durante un tiempo que excede el tiempo de la obra, como si uno
fuese capaz de llevarse al titiritero puesto, o al menos a una parte, a su mano,
que viene a ser como su propio corazón.
Así que, para decirlo formalmente, vaya, déjese llevar,
Mercurio es el mejor guía para emprender este viaje, entréguese, usted va a
reír, usted va a llorar y al final, con los ojos cerrados y la mar delante,
usted se dará cuenta que Mercurio lo hace sentir más sabio, tanto que, quizás,
con esa sabiduría que él sabe transmitir, usted, querido amigo, vos, estarás
más cerca de poder responder la pregunta que nos persigue desde el inicio. ¿Qué
haremos con nuestros viejos?