viernes, abril 30, 2010

LA PELICULA DE LA REINA EN CANARIAS

El festival sigue su curso, los encuentros se suceden. De a poco vamos hermanándonos, propuse proyectar la película y fue recibido de buen agrado. Llega el día y lentamente van llegando las personas, algo más de veinte. La película sucede, al terminar me acerco a charlar un rato y veo. Veo las caras de las personas, algunas desencajadas por la emoción, curiosas, lloradas. Son inevitables las preguntas sobre Efigenia hoy, me alegro de haberla visto hace días y saber que está mejor que nunca. Recuerdo que antes de irme me mostró las películas que ella mismo había copiado para vender, ese hecho me hizo sentirme reconfortado. Yo había imaginado otra cosa ,siempre es igual la imaginación mía , imagina grande, pero no "mejor". Porque que Efigenia venda sus películas copiadas en casa es mucho mejor que venderlas en las grandes tiendas y un día ir a parar a un cajón rasgado que diga "ofertas". Y pasar la película aquí en esta noche lluviosa, con el esfuerzo que fue colgar el proyector y encontrar el control remoto del DVD, todo eso tiene un valor mayor. Me han vuelto a conformar, estos pequeños encuentros, todos estos silencios, estas curiosidades, estos agradecimientos, saber que Efigenia ha llegado conmigo hasta aquí y les ha tocado.

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LA PELÍCULA DE LA REINA. Sergio Mercurio (El Titiritero de Banfield)
Publicado el: 30/Abril/2010
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Efigêmia Ramos Rolim, 74 años. Brasil. Sergio la filma y nos muestra su vida, la vida. En mi mente he creado a un Sergio que es una mezcla entre: Road Dahl, Roland Topor y Ken Loach. Sigo perplejo.
El envoltorio de los caramelos. Efigênia reconstruye su vida a partir de los envoltorios de los caramelos. Pero no, no es eso la película, ni Efigênia. ¿Qué me puso delante Sergio? Bueno, pues Efigênia y Sergio, ambos de mano, me ponen en la pantalla un espejo para verme. Entonces me invade un serio malestar de mi mismo. Porque me creo caramelo, pero tantas veces me sentí papel. Y ni eso, porque no fui capaz de ver en el papel toda su belleza, sus infinitas posibilidades, su brillante humildad, ni su longevidad. Esa mujer de 74 años y sus envoltorios de caramelos siento que me supera por delante, por detrás y por los lados en agilidad, perspicacia, inocencia, entrega, visión de la vida o creatividad.
"Sólo las pequeñas cosas son capaces de hacerse grandes". Y Efigêmia nos muestra una de esas posibilidades. Yo no sé si Efigêmia sabe leer, lo que intuyo es que no tuvo mucho tiempo para leer tanto como otros, ni manejar tanta información inútil. Esto viene porque ella me recordó al "Agujetas" un cantaor flamenco que decía: "para cantar flamenco no se puede saber leer, porque entonces lo dices todo mal". En el espejo de Egigênia me vi lector de mucho, ojeador de mucho, pero actor de demasiado poco. Y es que alguien que no recuerdo, ya lo decía: "si trabajas, pierdes demasiado tiempo para lo verdaderamente importante". Bueno, pues ni saber eso me sirve como excusa.
Luego Sergio nos explica cosas asombrosas de su encuentro con la hermosa dama brasileña. Y más asombroso aún el esfuerzo casi estéril por dar difusión a su cinta. ¡Pero si debiera ser de visión obligada en todos los institutos del mundo mundial!
Bueno, es muy tarde ya. El Festival de Títeres inicia su recta final. Alivio "mi mismidad" sabiendo que conozco a Efigênia y que a partir de ahora me recordará alguna de esas COSAS IMPORTANTES, como silbar, jugar, mirar el cielo, pensar de otro modo, mirar de otro modo, saber de otro modo. A ver si aprendo a atreverme un poco más, porque la comodidad, finalmente, mata.

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