viernes, julio 27, 2018

Noticias de Italia XXVI

Sabes por qué somos amigos, me dice Fiore mientras maneja curva y contracurva por el parque nacional del Cilento rumbo a San Mauro La Bruca, nosotros somos amigos, porque tenemos la misma historia.  Vos sos italiano, venís de acá, de un pueblo chico, como el mío. Carla pregunta si con otros amigos no comparte la misma historia. A mí, que me gusta dejar en blanco a mis amigos, le digo que eso que está diciendo es irrelevante, que hay muchas personas que tienen la misma historia y no tienen nada en común. Nosotros somos amigos porque somos amigos. No me hinches las bolas. Tu explicación se deshace ante las peleas de por vida entre hermanos. Llegamos a San Mauro. Nos indican un edificio pintada de rojo y que tiene apenas 5 letras, con una N dada vuelta colgando, donde se llega a leer con mucho esfuerzo M I PIO. Es la municipalidad. Ojalá continuemos con suerte me dice Fiore, la mujer del anágrafe de Laurito fue muy cordial. En la ventanilla pregunto algo y me hacen pasar, en este caso un muchacho pelado y el guardia municipal que al parecer igual que en Laurito tiene poderes plenipotenciarios. Sabe de todo. Hace de todo. El muchacho pelado le pasa el acta de matrimonio a él que intenta leer. Cuesta un poco poner a todos en órbita. El tipo lee detenidamente, si él no haría ésto de ésta manera es probable que todo lo que está por pasar no pasé. Porque yo tengo el acta de matrimonio pero como es una fotocopia del original me cuesta leer, nos cuesta a todos, por eso el muchacho pelado se lo da al guardia que a su vez lee una parte, levanta la cabeza se ríe y después dice que no hay posibilidad de encontrar nada de un tipo que apenas era residente acá, que no hay nada que registre una residencia del 1800, entonces yo le digo que tal vez un libro muestre algo y el muchacho pelado se va a buscar un libro y de nuevo el guardia baja la vista y busca si en el acta está la dirección pero no hay nada. Y vuelve de nuevo con la batería de preguntas, de por qué se vinieron a vivir acá y entonces le digo que yo no se dónde vivieron que solo sé que ahí dice que cuando se casaron decía que Setimio vivía acá. Me pregunta que hacía y le digo que no lo sé, que solo sé por el pasaporte que Ana era Campesina. Entonces no sé porque me parece que en el acta de matrimonio también dice lo mismo. Y vuelvo a mirar el acta, ya es la cuarta vez que la veo y no hay manera de que me de cuenta donde lo vi, hasta que entiendo el orden, nombre de la persona, profesión y de quién es hijo, dónde nació. Ahí el tipo lo encuentra, dice, acá está el trabajo, Setimio era… yo ya sé que va a decir contadino, porque todos en esa época eran campesinos pero dice un nombre que jamás escuché y que me suena algo así como carbonero, pero Fiore ha abierto los ojos hasta el infinito se ha sonreído como nunca y me esta mirando para responder a mi duda. Mientras se ríe dice, era zapatero, como mi padre. Somos hijos de zapateros. Es inevitable abrazarlo, porque finalmente él tiene razón venimos del mismo origen, somos descendientes de zapateros. Cuándo estamos regresando a Laurito, no puedo contener las lágrimas. Pienso no solo en lo que estoy viviendo en este momento.  Entiendo en mí como la decisión natural de contar las historias de los perdedores, como no hacerlo si soy parte de ellos. Mi tatarabuelo, era zapatero.  Mi primer amigo de la infancia, Rechi era hijo de un zapatero. Cuando jugábamos al fútbol en la Nicolusi, siempre perdíamos por afano teníamos una equipo de troncos. En los años setenta era común escuchar que alguien no quería perder un partido con el marcador en cero, si ibas perdiendo 5 a 0 por ejemplo, el honor era recuperado metiendo un gol, 5 a 1 no era tan terrible como 5 a 0, cuando la diferencia ya era absurda y perder era inevitable se gritaba “Zapatero nunca”. Entonces él equipo iba a la carga para no terminar en cero. Ser zapatero era lo peor en la escala social de ese tiempo. Algunas veces cuando jugábamos juntos con Rechi, alguien gritaba zapatero nunca y a mi me daba bronca, no sé exactamente que hacía, pero quería que Rechi no se sintiera humillado, pero mi amigo, se reía y me decía No te calentés cabezón. Le cuento esto a Fiore mientras volvemos, una lágrima se desliza silenciosa por mi mejilla mientras le repito, evidentemente tenías razón tenemos la misma historia, somos descendientes de zapateros.






1 comentario:

Mario dijo...

Que linda historia, el papá de Fratarelli era zapatero.....